El monstruo que habita en mi casa es muy poderoso y no le teme a nada, es capaz de destruir al cielo y al infierno en un cerrar y abrir los ojos. Es tan poderoso y tan valiente que daría la vida por ti.
De inteligencia suprema, siente que no necesita de nadie, más que tenerte bajo su mando. De conocimientos innatos, no mide el tiempo, ni las consecuencias porque vuela entre la oscuridad. Hábil como él solo, se traslada entre el desierto y te lleva a mundos paralelos en donde nada está a salvo y todo puede suceder.
Se pierde entre líneas, entre letras, entre números y conversaciones; no le interesa nada, más que ser el protagonista, el campeón, el líder, el embustero. Mete zancadillas por diversión, para lograr su cometido y perderse de los momentos que lo disipan.
No se avergüenza y es capaz de tirar fuego como un dragón cuando alguien se atreve a lastimarlo. El monstruo que habita en mi casa, es un genio, tan volátil que no se le puede hablar de frente, tan astuto que no puede desaparecer.
Es el orgullo con patas, el titán que no siente piedad, el que sé que está ahí si necesito la armadura, el que por años estuvo a cargo; hasta que logré sentarlo y abrazarlo; hasta que le di mi amor, mis caricias y le dije que estaba bien, que podía bajar la guardia y que se le permitía descansar.
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